lunes, 17 de diciembre de 2012

Manolete en Fuentelencina

Manolete, leyendo en la puerta de su hogar
Manuel Laureaneo Rodríguez Sánchez “Manolete” ha sido, junto con Joselito el Gallo, la figura del toreo más importante del Siglo XX. Ello ha sido posible gracias a su templanza, quietud y verticalidad en su toreo. No fue un torero heterodoxo sino todo lo contrario, era la ortodoxia más pura y clásica. Al toreo no aportó nada nuevo –las manoletinas llevan su nombre pero hay quienes las atribuyen a un diestro mejicano- pero el que él practicaba era muy perfecto, con una ejecución que llama la atención porque antes no se había visto torear de esa manera y con una valentía asombrosa que llegaba de manera rotunda al público: era un torero que hacía vibrar.

Pero en este artículo no voy a describir las características del toreo de Manolete sino que voy a hablar de un tema que para los alcarreños (o los que nos sentimos como tal) consideramos un orgullo: la estancia de Manolete en Fuentelencina durante prácticamente todo el año 1946.

Actualmente, la casa donde vivió Manolete
En dicho pueblo de la provincia de Guadalajara paso una buena etapa con la que fue la mujer de su vida (junto a su madre a la que quería con locura), Antonia Bronchalo Lopesino, más conocida como “Lupe Sino”. La artista era natural de Sayatón y decidieron vivir en la localidad alcarreña. Era una mujer muy bella, de estatura media y ojos verdes que sufrió muchas críticas y ataques por mucha gente cercana al diestro (su apoderado Camará no la tragaba)  por ser una mujer que tenía una mentalidad más avanzada que la de aquella época. La finalidad primordial era que Manolete se olvidase de aquella mujer y que lo único que tenía que tener en mente era el toro: Para ellos era una máquina de hacer dinero más que un gran hombre con gran corazón.

Según cuenta la escritora Carmen Esteban en su obra Lupe, el Sino de Manolete, el diestro cordobés era una persona muy humilde, sencilla y natural. Manolete tenía una gran fortuna –bien merecida- y en ningún momento hacía elogios de ello. Pasó gran tiempo con gente de la localidad jugando al julepe, al frontón, al fútbol y participando en las cacerías con los vecinos de allí. Se puede intuir que no era una persona que llegó allí para ser admirado por los vecinos de la localidad, sino que fue uno más; un vecino  que era feliz disfrutando de los detalles pequeños y de la compañía del amor de su vida.








Manolete, Lupe Sino y su hermana paseando en burro.
El Régimen no permitió esta foto y la modificó.
Sentimentalmente, fue un momento muy dulce para ellos dos. Estaban alejados de la ciudad, a la vez que la proximidad de la provincia de Guadalajara con Madrid, no era ningún  inconveniente para acercarse a la capital en algún momento clave.  Posteriormente tendrían algunos problemas sentimentales típicos de toda pareja, pero en ningún momento dejaron de amarse y quererse. Con este testimonio se cumple a la perfección la frase célebre citada por Juan Belmonte: “Se torea como se es, y se es como se torea”.